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olpeó la puerta tres veces y esperó.

- ¡Adelante!

- Señor y Amo, tenemos un pequeño problema. -dijo, temeroso de cualquier reacción desafortunada, uno de los encargados de Recursos Humanos.

- ¿¡¿Cómo que un problema?!? ¿A qué le llama "problema"? ¡Nosotros no somos los que tenemos problemas! Prosiga.

- ¿Leyó el informe que le traje del Siglo XX hace unos días?

Revoleó la mirada entre la montaña de piedras plateadas y calientes donde algunos prisioneros eran los encargados de grabar las escrituras, mediante cinceles calcinantes que sólo creaban ampollas una y otra vez.

- No he podido.

- Bueno, ahí empezaba a explicar la situación por la que estamos pasando.

- No deberíamos estar pasando por ninguna situación. Prosiga.

El fiel encargado, comenzando a abrir los poros por los cuales era imposible segregar gota alguna de sudor, comenzó a explicar con la voz temblorosa:

- Los millones de personas que han estado ingresando últimamente ya no vienen a quejarse de dolor, de sed, de ardor o de agotamiento.

- ¿COMO QUE NO? ¡Los deben estar castigando mal! ¡Mándeme YA al encargado de Torturas del volcán del quinto piso!

- Espere... No es eso. Al parecer nuestras torturas no superan sus recuerdos del pasado. Se quejan de que sus Mustangs fueron heredado por las personas incorrectas, o quieren que sus mansiones sean derrumbadas para que nadie las ocupe. No pueden vivir sin sus reality shows y quieren decirles a sus parejas que sabían que se estaban acostando con otros. en su pasado.

- ¿Qué clase de gente es ésta? Acá no pueden ser avaros. Acá no pueden tener nada. Nunca tuvieron nada, debieron entenderlo desde el principio. Dígales que no es su problema y cumpla con su trabajo.

- Es que...

- ¿¡Es que QUE!?

- Es que son tantos que han empezado a hacer grupos, y sólo lloran por eso. No importa cuanto se los torture todo el tiempo. Es como si convirtieran todo el sufrimiento que sienten en sufrimiento y llanto por sus recuerdos. No entendemos bien lo que está pasando.

- ¡Pues deberían entender! ¿Ya se lo planteó al Psicólogo?

- Si, está tan asombrado como nosotros. El cree que estamos perdiendo poder sobre ellos. Que ya no le temen a, perdone que lo diga, a Usted; sólo le temen a haber perdido lo que no era de ellos.

- ¡Válgame dios, esto no puede ser! ¡Llame al resto de los nuestros, que vengan enseguida todos los que están desparramados por el mundo! ¡Que se pongan ya mismo a trabajar aquí! ¡Asígneles tareas, multipliquen las torturas! ¡Utilicen más recursos! ¡Aviven las llamas! ¡Humíllenlos mas! ¡Háganlos mas miserables! Tiene otros 100 años para traerme el informe.


Pasó mucho tiempo. Aunque ante el concepto de Eternidad, el tiempo era nada. De todos modos, dada la demora del informe, Lucifer optó por salir de sus aposentos incandescentes, ya que el sonido de los gritos no era lo suficientemente placentero como para seguir deleitándose.

Sus cabellos seguían siendo rubios, largos, lacios. Su rostro seguía siendo blanco, resplandeciente, al igual que su tez completa. Vestía una especie de toga roja, que ondeaba con el calor que emanaba del suelo, el cual no le quemaba los pies. Llevaba un bastón enteramente de fuego. Fuego rojo, vivo, como la sangre.

Abrió los portales. Divisó el vasto desierto oscuro, cruzado por ríos de fuego, lava, donde había millones de personas sumergidas. Al escuchar los lamentos sonrió.

Comenzó a caminar, plácidamente, con un gesto de aprobación, al son de los gemidos, las súplicas y los llantos. La gente lloraba y lloraba, pero era imposible derramar una lágrima.

Hasta que prestó atención a los gritos, a las súplicas y a los llantos. Y quedó estupefacto.

- Ese condenado de Recursos Humanos tenía razón. -se dijo.

La mujeres lloraban porque estaban viendo a Justin Timberlake sufrir una combustión espontánea que nunca lo terminaba de incinerar. Y gritaban por otras pop stars y gente que antes había sido importante, y cuyas imágenes habían sabido empapelar los cuartos de las adolescentes.

Entonces alguien se pasó de la raya. No habían conocido el rostro de Lucifer hasta ese momento; y en vez de temerle y caer ante sus pies, empezaron a demostrar una especie de fascinación por su belleza y perfección. Era la gota que derramaba el vaso. Lucifer no sería nunca un motivo de adoración. Asqueado, sus ojos tornaron en rojo vivo y, en un ataque de ira, con un grito como mil truenos ensordecedores hizo que el Infierno completo avivara sus llamas; y por un momento sólo fue fuego y fuego y más fuego estallando en explosiones. Y la gente no gritó.

Volvió a sus aposentos. Era hora de tomar medidas. Era hora de hablar con él.

Carta a Dios.

Nunca creí que íbamos a llegar a este punto. No vayas a creer que me estoy arrepintiendo ni nada. Solo quiero tener una conversación contigo, porque algo está saliendo mal.

L.           

 

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