buscando una respuesta entreabrió la puerta; quiso ver un paisaje tranquilizador pero, en lugar de eso, una luz muy brillante invadió su visión y sin pensarlo la volvió a cerrar, con la convicción de que la respuesta estaba adentro de esa habitación.

Empezó a revolver las cosas en busca de las fotos, pero no podía resolverlo con palabras u objetos que tuvieran coherencia.

La luz del velador iluminaba lo suficiente como para releer las cosas y divisar los colores, pero sin embargo cada nueva cosa leída o color encontrado lo omnubilaba y perdía más. Personas abrazándolo, dos minas en pelotas, un perro y varias personas componían sus fotografías, recortes de diarios y cuentos cortos le hacían compañía a las fotos; y todo junto componía la mayoría de sus experiencias.

Atinó a prenderse un cigarrillo, inhalar el humo profundamente y exhalarlo al mismo tiempo que se sentaba y miraba al techo color verde oscuro que le trajo recuerdos de su infancia, adolescencia, y últimos años. Sintió una especie de remordimiento porque el color rojo se le venía a la cabeza, ese rojo que salía de la boca de algún cuerpo visto en la televisión o en la vida real, o encima de él.

Ahí redujo mucho más el territorio donde iba a seguir buscando.

La habitación quedó en segundo plano, tampoco escuchaba el sonido de las gotas que caían de la canilla rota, el cigarrillo se le fue consumiendo en la mano hasta que quedó profundamente dormido.

Un choque, médicos, una despedida, una inyección y un jardín muy verde con un asiento blanco componían el paisaje al que daba la ventana de la habitación Número 14.

Al despertar descubrió quién era. La respuesta seguía sin encontrarse







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