a luz de las antorchas rebotaba sórdidamente a lo largo de las irregulares paredes de roca. Cada pisada, cada murmullo, cada sonido, era recogido por el aire y arrastrado a través de un sinfín de ecos que prolongaban su existencia indefinidamente. Los cinco hombres caminaban con paso inseguro a lo largo de la cueva, guiados únicamente por los tenues puntos de luz y la confianza en las azuladas hojas de metal que esgrimían.
Llegado el punto en donde el estrecho túnel se ensanchaba, el que encabezaba el grupo levantó su espada en señal de alto... al parecer era el final del camino. Después de unos segundos de inmovilidad, miró hacia atrás, pronunció una oración pagana, bajó la espada y avanzó. El denso velo de la oscuridad cubría cada centímetro del lugar, una especie de enorme cueva cavada dentro de la montaña. Los hombres se formaron en lo que parecía ser el centro, espalda contra espalda... preparándose para lo peor...
La bestia los atacó desde arriba, sin darles tiempo de reaccionar. Sólo dos sobrevivieron a la primera embestida, rodando rápidamente fuera del círculo que habían formado, donde los otros ahora se retorcían envueltos en llamas.
Esperaron el segundo embate... esta vez más preparados. Se dividieron...
El dragón se acercó rápidamente, volando a ras del suelo. Mientras se dirigía con rumbo fijo hacia uno de ellos, el otro logró asestarle un golpe en el costado... la criatura, enfurecida, siguió su camino, engulló al hombre que tenía enfrente con un gesto y dando un hábil giro en el aire, se volvió para atacar al restante... que en cuestión de segundos se encontró compartiendo la suerte de sus compañeros.
Una carcajada resuena en el gran recinto. Una carcajada sin matices, sin emoción... una carcajada absolutamente aterradora. La única figura femenina presente realiza un gesto, apartando una serie de estatuillas talladas en mármol hacia un costado de la mesa, y se aleja de la misma con evidente pesadumbre.
"Muy bien, continuemos", agrega otra de las voces.
