dmito que hoy me ganó la vagancia y, sea lo que sea, me subí al ómnibus; no está para caminar. Aparte (sí, me estoy justificando para sentirme mejor) está amagando a llover, entonces si me largo caminando y me agarra el chaparrón no va a estar nada bueno, ya que voy a tener que andar todo el día mojada.

Aunque el aire esté asquerosamente viciado, respirado y gastado por todos, y los pendejillos de la escuela me estén volviendo loca con su murmullo, admito también que si me concentro en no escuchar cómo se burlan de mí y me cantan la canción de Los Locos Addams en la oreja, está bueno mirar por la ventana. Hasta que mirás para adelante y ves cómo sube el guarda y empieza a controlar que todos los pasajeros tengan su boleto. El mismo flaco cabezón de siempre. ¿Qué? ¿Hay uno solo? ¡Mierda! Será por eso que odio los ómnibus. Siempre me pasa lo mismo. Por suerte esta vez me senté casi pasando el medio del coche, así que me va a dar tiempo para buscar dónde cuernos metí el boletito.

Y ahí empieza a avanzar, como un tiburón entre los pasajeros indiferentes que SI tienen el papelito en la mano. El hecho de que ellos lo tengan en la mano me quita tiempo a mí para buscarlo. Todo sucede tan rápido... y me doy cuenta de que me colgué a ver cómo ellos sí lo tienen y me olvidé de buscar el mío.

¡Está acercándose!

Mientras revuelvo mis bolsillos (que por varias personas han sido denominados la bolsa de Felix (el gato) porque realmente se puede encontrar de todo (menos el boleto)), insulto y reflexiono mentalmente: Primero que nada, me subí por unas pocas cuadras, no estoy para que me jodan por un papelito. Ni siquiera vale $ 16 el recorrido que estoy haciendo, me lo deberían cobrar $ 4. Y encima me estoy por bajar, que mala liga yo. Y además, ¿como voy a estar acá arriba sin haber pagado? Sumándole a eso, estoy segura de que el chofer se acuerda que le acabo de pagar, y me parece estúpido el sistema ése de arrancarle una puntita al boleto. Es superfluo. O sea, no sé si me entienden, si fuera de un departamento a otro, todavía; pero estamos hablando de un circuito de 20, 30 cuadras. No necesitás un guarda. El mismo que tengo parado enfrente.

- Dame un segundo que no lo encuentro.

Tiré todo lo que había en mis bolsillos en el asiento de al lado y lo desparramé rapidito. Gracias a dios no tenía nada comprometedor. Le sonreí como si fuese gracioso, pero con su cara me hizo saber que no lo era. Se dió vuelta para pedir el boleto en el asiento de enfrente, dándome un poco de tiempo. Pensé en escabullirme hacia adelante (donde ya lo había pedido) pero seguramente me iba a reconocer. Aparte no me daba el tiempo para juntar todas mis pertenencias del asiento, a las que sumé el contenido de mi mochila; la agarré por la base y la sacudí dejando caer todo por el maldito boletito.

Monedas, lápices, un cuaderno, una calculadora, una lapicera, un espejito, un desodorante en aerosol sin CFC que contamina la capa de ozono, un pancho, un contol remoto, una bolsa de agua caliente, las llaves de mi casa, una rueda de bicicleta, un sachet de mayonesa que me chafé de Mc Dollar (Donald's), un sachet de shampoo, un sonajero, una foto de Antía y su sobaco, una púa de guitarra que el guarda se quedó mirando fisurado, pensando tal vez que la usaba para tomar merca.

- Tendré que confiscar esto.

- ¿No tiene que ser policía para poder hacerlo?

- Policia, guarda... es casi lo mismo.

Respondí ese mismo gruñido que le hace Marge a Homero, y le pregunté si aún quería el boleto. Puso sus manos en la cintura y me dijo que ese era su trabajo y lo tenía que ver ya, o me tenía que bajar.

- Bueno, bueno, bueno, ya lo encuentro -Y me sumergí en la búsqueda otra vez.

Una media del ratón Mickey, una foto de Enrique Iglesias, un cassette de los Sex Pistols y otro de Juan Luis Guerra... se me vino a la cabeza: "Ojalá que llueva, ojalá que llueva, ojalá que llueva café en el campo..." Qué rico, tomarse un cafecito. Tarareando, sonreí y miré al guarda. Con su cara de ogro me cortó la inspiración, así que volví a mi búsqueda. Una botella de cerveza, una petaca, una pila Panasonic AA... ¿Qué hacía una pila Panasonic en mi mochila...?

¡¡¡¡LO ENCONTRÉ!!!! Allí estaba, todo arrugadito. Agarré la bolita de papel (maldita costumbre) y la abrí, tratando de no romperla. Sonreí inocentemente al guarda, cansado ya, que debería haberse bajado varias cuadras atrás, en el almacén de Chola, para comprarse su paquetito de tabaco más barato. Ahora debería caminar mucho y se cuestionaba si valían la pena los $ 2,50 de diferencia. Tomó el boleto impaciente, le echó una ojeada...

- ¡Este boleto es de junio de 1992, señorita! ¿Usted me ve cara de tarado? -Me casi gritó, metiéndose el dedo en la nariz.

Miré a mi alrededor. Todos estaban expectantes de mi situación. Malditos chusmetas, se reían diabólicamente de mí, siendo que no era yo quien se sacaba un moco. Junté mis cosas, re-quemada.

- ¿Que está haciendo?

- Me tengo que bajar.

Tomó aire y abrió la boca para decirme algo, pero antes de que pudiera emitir algún sonido, le dije:

- Al cabo que era lo mismo, igual no tengo el boleto.

Bajé orgullosa de mí misma, satisfecha, de alguna manera, ya que había hecho el recorrido que quería sin haber encontrado el boleto. Metí la mano en el bolsillo para sacar los fósforos y encontré el chingudo papelito. Mierda. No tengo más púa para tocar la guitarra







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