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ai miró a su alrededor, aunque no había nada que ver. O más bien, era demasiado para abarcar con la mirada. No sólo no podía creerlo... no lo entendía...

Siempre había tratado de imaginar cómo sería... le había dado miles de formas en su mente. Pero aquello no solamente no se parecía a ninguna de ellas, sino que simplemente no tenía forma alguna. En un parpadeo, contempló a la vez el nacimiento de un faraón y la invención del microchip, la caída del imperio romano y el primer viaje interestelar. Sintió cómo la estructura del espacio-tiempo se curvaba sobre él, cómo el cincel de la historia tallaba parsimoniosamente el mármol de la existencia...

Todo en una fracción de segundo...

Y de repente, una explosión de luz lo rodeó...

- Buenos días... y bienvenido.

Kai contempló la cara pálida y sonriente que lo miraba desde detrás de las gruesas gafas.

- Buenos días, profesor Wiesengrund. Es un placer poder conocerlo personalmente. Soy un gran seguidor de su trabajo.

- No veo por qué. No hemos llegado a ningún resultado relevante... aún – se quedó unos segundos en silencio, como analizando cuál sería el próximo paso a dar en la conversación – pero estoy convencido de que con tu ayuda llegaremos muy lejos. Tus antecedentes son simplemente extraordinarios... Mañana mismo comenzaremos, si te parece...

- Si no es molestia, preferiría comenzar ahora mismo. Francamente, estoy muy ansioso por ver qué clase de proyecto están llevando adelante usted y su gente.

- ¡Excelente! – la sonrisa en el rostro del profesor no podría haber sido mayor – Por favor acompáñame...

Mientras caminaban a través de un sinfín de pasillos y puertas que se abrían a su paso, Kai contemplaba todo con creciente asombro. Se sentía como en uno de esos laboratorios secretos de las películas de Hollywood...

No pudo dejar de notar que los hombres de traje negro que lo habían escoltado hasta la sala donde se había reunido con el profesor los seguían ahora por el laberinto de corredores, unos cuantos metros más atrás.

Finalmente, el pasillo desembocó en un amplio recinto con una enorme compuerta metálica en la pared del fondo, flanqueada por otros dos hombres de negro. El profesor se acercó a ellos y, después de un sinfín de comprobaciones, éstos ingresaron en unos paneles una serie de claves y la puerta se abrió. El anciano se volvió sonriendo.

- Hemos llegado...

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