jueves, 25 de septiembre de 2008

juntoasiso_sumuerteconstante

Página  1 | 2 

I

¡Mañana lo llamo!"

Del otro lado del tubo un instante de silencio pareció tomar densidad a través de la línea telefónica. Lo recuerdo porque sentí un olor a peste capaz de incorporarme de un salto en la cama.

"Bueno, vieja. Siii. Yo también. Chau."

Cuando corté estaba ya con la remera puesta y medio calzado. Cómo odio el teléfono, qué aparato más violento. ¡Y estos cordones de mierda son larguisimos! ¿Dónde me meto toda esta moña? Lo peor es que ahora es el teléfono and friends. Imposible desaparecer. ¡Qué violento! Ahora rebusca, sabe si no estás, te acompaña, rastreo de llamada, llamada perdida, número localizable, mensajes. ¡Putos mensajes! No quiero hablar, pero igual escúchenme. ¡Qué hipócrita soy! ¿Y estos cordones? Qué ridículo. ¿¡Pero en quién pensaban cuando los hicieron así!? Y con mi moña XL a lo mejor viajo gratis. ¿Qué hora es? Es temprano. Me jode que me llamen temprano. Me obligan a ser hipócrita antes de desayunar. Porque es necesario contestar; porque el teléfono no suena, apuñala. ¿Qué hora es? ¿Temprano? ¿Para qué? Para relucir mis 75 centímetros de cordones sobrantes. ¡Qué vergüenza! En cuanto salga a la calle, una señora amable se me acercará preocupada: "¡Joven, tenga cuidado se va a trompeza!" "Están atados, señora, con doble nudo para aminorar el arrastre" Ah sí, yo la corto en seco. ¡Vieja hipócrita! ¿Vieja hipócrita? ¿Y yo? ¡Bueno! Basta de pensamientos al pedo, me voy a levantar antes de que suene algo. Me llamó mi vieja ¿Qué quería? Le contesté en grabadora: "Si, ah, mmmh... ¿Eh? Yo también." ¡Que rápido aprende el hombre! Antes por reflejo sólo podía respirar, hacer la digestión, las sístoles y diástoles, movimientos peristálticos. Ahora ya puedo hablar por reflejo. Despertarme, incorporarme y mi grabación contesta por mí cosas tan prácticas como el "yo también". Qué sustituto tan paralítico. Cuánto no dice el "yo también". ¿Cuánto escondió? ¿Cuánto no escuchó mi vieja? ¡Qué hipócritas, qué violentos son los teléfonos! ¿Y yo? Yo también. Aprendo rápido. Puedo decir "yo también", incorporarme, ponerme la remera, pantalones y calzarme. Corrijo: Pantalones y calzarme sin morir ahorcado. ¡Cordones de mierda! Por lo menos, si los pongo para adentro... ¡Ahí va! Antes tenía cordones largos, ahora tumor de tobillo. ¡Cómo odio levantarme temprano! Con lo bien que estaba, soñando que caía.


Desde la habitación escuché ruidos en la cocina. Motivación. Pensé que de seguro era la gata preparando café. Pero, ¿qué hora es? Ya estará por irse. Me salí del cuarto rápidamente a pesar de mis escasos niveles de conciencia con la esperanza de un beso y un café, calientes ambos. Ahí estaba ella en su típica postura de llego tarde: Mochila al hombro, sus pies y una mano saludaban desde el pasillo, pero su cuerpo giraba contorneado a través de la puerta de tal manera que no es equívoco afirmar que su cabeza y uno de sus brazos permanecían desayunando en la cocina. ¡Qué maravilloso es el mundo! Mientras yo la miraba desde el pasillo, ella me miró, se terminó su taza de café, vino hasta mí, me dio un beso, me recordó que no olvide ir a buscar el auto y desapareció a la vuelta del pasillo. Antes de escuchar las llaves y la puerta escuché: "¡Chauu! Te amo." Entonces yo, anclado todavía en mi postura, con mis instintos ya a flor de piel, mis mecanismos cerebrales a casi el cien por cien, mis veintitantos años de experiencia hablando; con mi pedestal de homosapiens, mi incienso prendido en la cómoda, el viento a favor de las ideas, los motivos aceptados y subrayados, toda mi sabiduría en pos de devolverle esa fuente de vida y después saborear mi café, contesté: "Yo también" ¡Mierda! ¡Qué imbécil soy! Se fue, me queda el café. ¿Cuántos kilómetros rinde la esperanza?

Entrando en la cocina reparo en que la gata no estaba preparando café, como yo creía: Estaba terminándose el café. El mundo volvió a ser una mierda. Pero la esperanza me animaba. Veamos... Filtros, poner el agua, el sabroso arábico allá en el estante, darle a un botón... ¡Uffffff!! Es temprano, y me apuñaló el teléfono. Desde el rincón de la mesada me echó una mirada el instantáneo; el pobre llevaba semidestapado desde siempre, sabría tan bien como las cenizas de algún antepasado diabético. Estaba ahí solo para hacer más misterioso el mundo; o sea, no se sabia por qué nadie lo tiraba. Nos acompañaba en el trajín, pero ya no era café. Quedé inmóvil un rato ante tal disputa. La esperanza de tomar un café. Por un lado, el trabajo de preparar el apetitoso. Por otro, lo instantáneo del instantáneo. Ese día tomé agua sucia. Echarles la culpa a los arquitectos.


Al llegar al balcón encontré a Siso contando golondrinas.

"¡¡Ocho!! Parecen cuatrocientas, pero solo son ocho! Por eso no tardarán en irse, porque tienen miedo de que se les descubra el secreto."

Yo, que seguía sus palabras con risa burlona y sin mirarlo, respondí:

"No me gustan las golondrinas, me suenan a poemas para decir estoy meado; bicho meloso, seguro que si una te caga en..."

"Mirá", cortó Siso, "Aquélla se llama Margot. ¿Ahora a qué te suenan? ¿A tango? Déjate de joder. Creo que va a llover. ¿Viste el arco iris?"

Yo estaba tratando de descifrar qué quiso decir con el tango cuando escuché "arco iris". Lo miré desafiante a los ojos y ahí fue que advertí su mal estado. Al no encontrar palabras bajé la mirada y le dije:

"¿Ocho o nueve?"

"Ocho, cambiando de tema nunca se sabe si se llegó a Roma."

"Este no cambia más", pensé mientras cruzaba una pierna para dejarlo del otro lado del hombro y callar unos veinte minutos. La mañana hacía cada vez más transitado el paisaje. Lo bueno de descansar un día de semana es el placer de no ir con el trajín. ¿Qué merito tiene quedarse de pantuflas un domingo? ¡Pobre día el domingo que casi nunca es más que "¡Lo triste de mañana...!" Pero quedarse en pleno miércoles de entrecasa es todo un deleite para el personal. Pero mirá esa mujer que asoma por la ventana. Hay señoras que no son señoras, son postes de peluquería vivientes. Pasean los nidos como atrapados en un reality show. ¡Señora! ¡Hay lugar para ocho en ese matorral! Jeje. Qué tarado. - me retruqué mientras mandaba el tercer trago con la taza vacía. ¿Y ése? Mi viejo siempre decía que en la vida se compraría una corbata verde. Yo me compraría una para ser rebelde. Y después no la uso pa ser doblemente radical... ¿Cuándo fue que pasé de rebelde a nabo? De adolescente a hortaliza.

"Siso, esta tarde vamos a buscar el Ford."


El sillón fue mi vicio barato para el resto de la mañana. Le obligué a contarme las costillas por los dos lados. Alguien cambió la música, sin duda esto es Björk. ¿Me estaré haciendo viejo? Porque cuando escucho a este grupo tengo la sensación de que hay dos emisoras distintas sonando al mismo tiempo. A la mente me volvió mi viejo, es inevitable no arrugar la frente y ponerme serio. La tristeza de uno no es tan perjudicial. Se acopla, es plegable para largos viajes y queda bárbara en todas las repisas. La otra es terrible, la de los demás. La que mirás por el espejo retrovisor.

Para saber cuánto se quiere a alguien hay que ver cuánto te afecta su tristeza; es prácticamente proporcional. Pobre mina ésta. Canta lindo pero no ve un carajo. Se me confunden los escenarios. ¿A ella la pondrá triste cantar en el Cairo por el mil novecientos cuarenta mientras sus músicos están tocando en Londres siglo veintidós? Sonreí. La verdad que me importa un carajo.

¿Y mi viejo qué pinta en este sillón? Aturdido, otra vez levanté la voz:

"¡Siso! ¿Qué carajo huele tan mal?"

Sentí frío esperando la respuesta.

"¿¡Siso!?"

Este seguía en el balcón, ajeno. Parecía querer pronunciar algo mientras su índice dirigía una orquesta en el horizonte. En breves segundos sus gestos tomaron color y sentido para llegar a mis oídos:

"Seis, siete, ocho, nueve, diez... ¡Mierda! La primavera."

Página  1 | 2 







No hay comentarios:

Publicar un comentario