martes, 30 de septiembre de 2008

elunoyelotro

l Uno y el Otro se habrán mirado sorprendidos alguna que otra vez. Éste con labios pálidos; aquél con ojos grises, esos que dicen los ingleses son un dejo de sabiduría. Se habrán cruzado, como es inevitable se habrán hablado. Alguna vez el Uno habrá mencionado al Otro en alguno de sus múltiples libros, de manera metafórica, intangible. Y algún rastro del escritor será visible en la obra del Otro, quizás sea una puerta azul, quizás sea una pupila gris que se esconde en una copa como el reflejo de un cenicero en el vino; es tarea de los críticos decirlo o inventarlo en pos de esos enamoramientos fugaces que tiene la prensa con ciertos estilos, ciertos artistas.

El Uno camina ahora bajo los cielos porteños. Tiene un andar quejoso: Cada paso es una apuesta a que el anterior fue el correcto. Algo ha muerto en él, es inevitable; tal vez sea el tiempo que cae en copos, tal vez sea nieve tapando las rodillas. El Otro tiene las pupilas fijas en una vieja estatua que compró en algún que otro viaje a Perú. Maldición Inca, se reiría de sólo pensarlo, y aquella habitación que es un desastre pasa inadvertida. Algún que otro vaso roto en el piso, algún que otro óleo manchando la alfombra, algún que otro gato yendo de acá para allá comiendo las sobras. Y los dos se envuelven con el recuerdo ajeno, y tal vez en los pasos del Uno se esconden las palabras del Otro, del mismo modo que la manera de fumar de aquél resulta insoportablemente parecida a la de éste. Quizás los dos compartían el pasatiempo de ver figuras en las nubes. Quizás los dos odiaban el amarillo (la prensa especializada destruiría la obra del Otro de leer estas líneas; lo hará de todos modos, qué más da). Alguna vez el Uno fue a las galerías. Alguna vez compró un cuadro, de manera anónima y con el pecho hinchado de orgullo. Alguna vez al Otro se le cayó una lágrima después de un punto y aparte. Alguna vez se dijeron todo esto: Estaba implícito, tanto en los ojos grises como en los labios pálidos formando una leve sonrisa de media cara.

Que el tiempo dirá lo que en realidad fue verdad es optimismo ciego. Si los vecinos se quejaron del olor rancio y luego llegó la policía a descubrir el cadáver, si en realidad fue el cartero al entregar la boleta del gas; si los primeros en llegar fueron los móviles del canal 11 o en realidad un paparazzi de revista Caras obtuvo un jugoso aumento con la primicia. Si fue el paro cardiorespiratorio o los rumores de la sobredosis de cocaína, todo esto da igual. Sólo importa que algunos sintieran cómo se estremecía el silencio cuando el Otro decidía irse, alojarse en la mente del Uno, mientras que éste, ante la pregunta sobre la muerte de su hijo, respondía lacónico ante las cámaras: "Ya sabía que era mortal"






1 comentario:

  1. que hijo de .....no cambias mas me seguis moviendo el piso a veces desde donde los trenes descarrilaban El quique

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