mientras la amargura de un nuevo fracaso invadía su mente, él tranquilamente observaba las ondas producidas en el café (doble que siempre pide y toma sin azúcar) por el leve movimiento que realizaba con la muñeca. No había sido una buena noche, tampoco un día muy perfecto, pero la noche tenía eso especial que a veces lo alegraba.
Se habían conocido de una manera propia de Baudelaire; o de Sabina, simplemente para ser más contemporáneo. La ocasión era perfecta para escribir un cuento agridulce. Cada encuentro había sido diferente al otro, sin ninguna similitud, directamente proporcional a la diferencia entre el blanco y el negro. Eso lo había enamorado profundamente, acoplado a la rareza que irradiaban los ojos de ella, a su imponente físico y a su delicada y hermosa sonrisa. Pero como toda historia vivida por él, parecía que ésta tampoco iba a tener un muy deseado final melancólico (cabe destacar que la melancolía para este personaje era la felicidad de estar triste).
Resumiendo un poco los hechos, podemos decir que lo único que ellos tenían en común eran un par de canciones, dos o tres libros, y la manera animal y despreocupada en que tenían las relaciones sexuales ocasionales que a él tanto le gustaban. Era como si pelearan por ver quién sobrevivía a cada encuentro, una pelea de poderes, una guerra de besos y movimientos violentos que a ella le quitaba el aire, y a él también.
El juego de los labios era lo que más le llamaba la atención. El siempre definía una relación o un encuentro a través de los besos. El beso tiene que ser algo especial: Se debe empezar lentamente para tantear el terreno, comprobar cómo son los labios besados, su delicadeza y su textura, y su elasticidad y capacidad de jugueteo, para luego pasar al terreno de lo que hace la lengua; porque la lengua sin duda muchas veces arruina toda esa magia producida: Dejarla muy dura es un error terrible que mucha gente comete, impide la lucha por saber quién es el que la mueve mejor y quién tiene más poder --el que abarca una boca entera sin duda tiene más poder en la relación. Pero bueno, estas cosas ella parecía que las tenía claras.
Esa noche habían salido, pero el recuerdo de él lo hizo divagar y abandonarla en los brazos de otra persona, sin querer, sin premeditarlo, y por supuesto odiando cada segundo que pasó despreocupado; por lo que tomó la iniciativa y empezó a observarla.
El ya tenía una imagen un tanto trucada a su favor y, a su manera, prefería evitar y evitarse ciertas cosas que sabía le quitaban crédito, pero él estaba completamente enamorado, a tal punto que la mina que le estaba acariciando el cuello solo era un accesorio más a esa noche; no le importaba ella ni le daba importancia a esos besos, simplemente los daba, hasta que se cansó y la echó. Comenzó a bailar al compás de "Hey baby, set the way you move, gonna make you sweat...". Empezó a planear una estrategia para terminar la noche de la manera en que él quería, pero en el momento en que había tomado la decisión de ir y pegarle un trompadón a ese inepto pedante que la acompañaba con voz de campana y cuerpo de piñata con forma de Piñón Fijo, se resbaló y se desvaneció.
Caminaba muy tranquilo por la calle cuando la reencontró. Le preguntó por qué hacía lo que hacía, si su forma de jugar no era demasiado sucia y si iba a seguir sosteniéndolo como un títere, porque en ese caso él lo iba a aceptar, pero dignamente; si es que eso es factible. No tenía problemas en ser tan sólo un juguete más o una almohada a la cual le contás tus más íntimos secretos pero al final es tan sólo la almohada. Haría todo lo posible por verla feliz, aún si eso significaba erradicar para siempre toda clase de sueños a futuro y planes de DVDs y pororó con lluvia y pies juntos abrigándose.
Al despertar la vio. Ella le sonreía, con un gesto que la hacía parecer un tanto preocupada. Recién cuando su cara empezó a acercársele y él se sintió feliz por ese beso que estaba por recibir, se dio cuenta que alguien atrás de ella estaba sosteniéndole un hombro.
El beso fue en la frente, y la última caricia en el hombro
No hay comentarios:
Publicar un comentario