miércoles, 24 de septiembre de 2008

elproblemaconelsexxx0rz

Página  1 | 2 

i una de las grandes quejas que tienen las mujeres de generaciones anteriores es contra sus padres y la sociedad toda, que reprimieron todo su derecho a conocer algo sobre el sexo, la de la generación de internet debería ser contra el sobrebombardeo. Y no, no se preocupen, esto no será la queja de una vieja chota sobre por qué tenemos que ver a Nazarena Vélez en pelotas. Al contrario. Pero permítanme guiar su atención hacia algo: Al comparar las conversaciones sobre sexo de una generación anterior (generación anterior = generación que no creció con internet) lo primero que notamos es que, claramente, nuestra generación de chicos jóvenes criados con un mouse en la mano tiene muchísimo mejor sexo. O por lo menos es lo que decimos.

Los hombres de nuestra generación no aprendieron de sexo hablando con amigos, tocando a su noviecita o robando revistas de su hermano mayor. Aprendieron de sexo viendo hard porn bajada de internet, y lamentablemente eso los marcó. Anoche oí a un hombre en pareja decir cosas como: "Cualquier hombre sabe darle sexo oral a una mujer... ¿nunca vieron una porno ustedes?", con la novia asintiendo al lado, sonriente. ¡Despertáte, mujer!: Vos no sabés lo que es recibir buen sexo oral. De hecho, apostaría mucho dinero al hecho de que ella jamás tuvo un orgasmo mientras su pareja le bajaba. Y apostaría aún más dinero a que él jamás trató de lograr que ella llegara al orgasmo mediante el sexo oral, sino que simplemente lo hace porque es "lo que se hace antes de coger". Eso representa el sexo en nuestra generación: un montón de reglas que seguimos sin cuestionar y de las cuales estamos seguros que nos proporcionan un sexo estupendo.

Lo cierto es que nuestra generación no sabe tener sexo. Sabe acerca de sexo. Es nuestro tema favorito. Sabemos de posiciones, de fantasías, de morbo, de pornografía, de literatura erótica... Hemos tenido sexo en la ducha, en la cocina, en el baño, en el cine, en boliches, en autos, en parques, en la cama de nuestros padres, en carpas... Hemos tenido sexo con desconocidos, con amigos de toda la vida, con primos, con dos personas a la vez... Todos o tenemos algún libro sobre sexo o hemos leído alguno. Todos consumimos pornografía o erotismo. Todos fuimos a un sex shop a edad temprana. Los ejemplos de ese estilo podrían multiplicarse. Incluso tenemos el orgullo de ser la primera generación con hombres que saben donde está el clítoris sin que una de nosotras haya tenido que explicárselo.

Y sí, nuestra generación no sabe coger.

Los hombres no aprendieron desde chicos que el sexo es esa cosa que promete tanto y para la cual son torpes. Nunca tuvieron en mente la idea de que complacerse, y complacer al otro, es algo que se aprende gracias al viejísimo prueba-error. Nunca les insinuaron nada: No empezaron con fotos y siguieron espiando a la hermana del vecino. Vieron películas llenas de detalles y su primera pareja femenina ya estaba lo suficientemente bombardeada por su lado como para saber qué tenía qué hacer y cómo hacerlo. Si el sexo no es fabuloso a la primera vez, deberá serlo en un par de veces más. Será imperdonable que no lo sea.

Aprendimos desde chicos que el sexo es algo que todos pueden tener y que siempre es fabuloso. Que las mujeres acabamos con prácticamente cualquier tipo de estímulo, y ni hablar de lo fácil que es calentarnos. Que las pijas son las reinas de la noche y ante la visión de una de ellas cualquier mujer debería sucumbir, como ante el más glorioso éxtasis. Que los hombres, con tan solo hacer un mete-saca-mete-saca encima de una mujer hermosa están teniendo sexo increíble. Y cómo no darle su parte de responsabilidad a las mujeres, que nos creímos ese cuento idiota que nos vendían los hombres sobre el sexo y contribuimos a su propagación entre nuestras amigas; que nos dejamos criar con esa mentalidad y que desde nuestra primera vez no buscamos aprender cómo hacer para pasarla bien, sino echar mano de todos los trucos, consejos y movidas con que nos bombardea la Cosmo.

Parece que honestamente olvidamos en algún momento que el sexo tiene su parte sudorosa y maloliente, con movimientos bruscos mal hechos, con algún que otro golpe de vez en cuando, con charla en el medio, con ropa que cuesta sacar, con posiciones espantosamente incómodas, ¡con algún calambre una que otra vez! (y si nunca le pasó, usted aún no ha vivido). Todas esas cosas no se dicen. Lo que importa es seguir con el mito de que el sexo, siempre, es lo mejor que te puede pasar y vivirlo como si estuvieses en una película porno.

La generación anterior a internet sabia muchísimo menos de sexo que nosotros, o por lo menos estuvo sometida a menos bombardeo de información al respecto; pero estoy segurísima de que cogen mejor. Las mujeres de veinticinco para arriba suelen tener muchísimos menos pelos en la lengua a la hora de advertirle a su pareja que lo está haciendo todo mal. Y mucho más: Saben lo que les gusta, cómo les gusta y en qué momento les gusta. Los hombres tienen más cancha y van a la cama más relajados, sin fingir una seguridad que no tienen o que no necesitan fingir. Todos están dispuestos a aprender todo el tiempo y a hacer sus propias reglas si las que están no les gustan. Las charlas de sexo tienen consejos, insultos, secretos. Son charlas dinámicas, con variedad, y estoy segura de que la manera en que cogen es igual.

Página  1 | 2 







3 comentarios:

  1. Aplaudo de pie. Esta columna está excelente, mejor expresado imposible, habría que "spamear" el link a ella para que unos cuantos se enteren.

    ResponderEliminar
  2. Jajajaja, acabo de encontrar esto y estoy descostillada de risa. ¡No sabía que seguía en internet!


    ¡Qué grande Moni!

    ResponderEliminar